Nunca es tarde para agradecerle a una persona tan especial
como tú, el cariño y la atención que me regaló tan generosamente. Da igual que
la vida o la estupidez del que hoy junta estas letras hayan abierto de nuevo el
frío abanico de la distancia entre tú y yo, porque a ti y a mí nos basta con
cerrar los ojos y abrir el alma para volver a andar juntos por la senda de la
amistad. En cierta ocasión escribiste que “el que ama está”, y esa verdad
indiscutible, lapidaria, se me quedó grabada en lo más hondo. Yo entonces
andaba perdido entre dudas y sombras, y tus palabras las despejaron con un
golpe de Luz. Ahora nos vemos poco, y apenas nos hablamos, pero cuando miro a
la luna te recuerdo, y con todo el cariño y la ternura de mi viejo y cansado
corazón, repito una y mil veces su nombre en inglés. Un abrazo.
sábado, 22 de marzo de 2014
lunes, 3 de marzo de 2014
BUENAS NOCHES
Todo hombre o mujer va unido a determinados paisajes. Son
los decorados de una vida y definen al personaje. Es curioso, los que más añoro
y recuerdo son aquellos en los que he experimentado por igual la felicidad y la
desdicha. Donde sólo fui un turista feliz no me interesan tanto. Soy
cosmopolita y mi patria ha sido y es este bello y maltratado planeta azul que
debería llamarse agua y no tierra. Allá donde hay personas sinceras y
razonables está mi gente, y desde la más humilde choza hasta el más lujoso palacio,
siempre que sea bien venido me siento a gusto y lo considero mi hogar, porque
no me incomodan la pobreza ni el lujo, y me adapto a todo y lo disfruto sin
exigencias ni renuncias vanas. Como decía don Juan Tenorio (mi antítesis): “Yo
a las cabañas bajé, yo a los palacios subí”, pero, al contrario que él,
procurando dejar memoria alegre de mí. Si alguna vez la dejé amarga fue muy a
pesar mío, porque errar es humano y bien que lo siento. Como mis posesiones
caben en media docena de cajas y mis sentimientos no entienden de distancias,
no estoy anclado en lugar alguno. A falta de riquezas materiales, poseo la
libertad de ir y estar donde y con quien me plazca, sin más brújula que el
corazón que es el que me marca el rumbo. Es cierto que ya no me apetece tanto
viajar y que me he vuelto sedentario, pero aún gozo haciendo la maleta cuando
es menester, y acudiendo allá donde alguien querido me reclama y me espera.
Poder hacerlo me hace sentir vivo, y el día que no pueda y me convierta en un
espectador de mi propia vida, sabré que ha terminado la función y que llegó el
momento de saludar e irme en silencio, sin aplausos ni abucheos qué tampoco fue
para tanto. Mientras, como hoy brilló el sol y ahora se ve la luna, me quedo
con mi copa de oporto, un buen habano y Rilke:
“Rosa, oh contradicción pura en el deleite
de ser el sueño de nadie bajo tantos
párpados.”
domingo, 2 de marzo de 2014
BUENAS NOCHES
Huele a tierra mojada, huele a lluvia. Todo recuerdo va
asociado a un olor, y este me recuerda a mi infancia. Por engañosa que nos
parezca a veces, la memoria propia y ajena son las mejores fuentes, donde mejor
podemos saciar nuestra sed de conocimiento. El miedo a la muerte no es más que
el temor a perderla, porque al dolor lo conocemos, pero la idea de cruzar el
Leteo resulta aterradora.
Si mi querido tío levantara la cabeza y detectara en mí alta
dosis de romanticismo volvería a morirse del disgusto y la decepción. Después
de recorrer juntos la historia, filosofía y literatura griega y latina, no
entendería que su sobrino favorito acabara en el bando de los que consideraba
sentimentales descerebrados. Para él, volteriano de pura cepa, la razón y la
lógica debían regirlo todo. Llegaba al extremo de afirmar que el verdadero amor
era un mero contrato de convivencia entre dos personas libres y maduras, y que
nunca moriría de infarto porque no tenía corazón. Y lo que son las cosas, no he
conocido a nadie tan noble y generoso como aquel viejo gruñón, ni un marido más
cariñoso, detallista y fiel. Yo no poseo su cultura ni sus firmes convicciones,
pero lo que antaño me enseñó en los libros y en sus ideas y pensamientos, lo
conservo y me ayuda a mantenerme de pie y a levantarme cuando me toca besar el
suelo.
Sigue lloviendo: El chipichipi es una leve música que
acaricia y humedece el silencio. Por mi memoria, abierta de par en par,
revolotean infinidad de recuerdos. Si lo del río no es una leyenda y estoy
condenado a perderlos, unos pocos sobrevivirán aquí por un tiempo. Bueno, algo
es algo, y menos es nada. “La letra mata, mas el espíritu vivifica.” Espero que
sea cierto.
sábado, 1 de marzo de 2014
BUENAS NOCHES
Cuando fracasan las palabras, y suele suceder a menudo, nos
enfrentamos al animal que todos llevamos dentro, con sus condicionantes
atávicos que nos devuelven a la prehistoria, o quizá aún más lejos. Incluso el
lenguaje maldito, que mencione hace meses en un poema, es menos peligroso que
el silencio forzoso o la incomunicación absoluta. Mientras sea posible el
diálogo es posible el acuerdo, o al menos, la posibilidad de alcanzarlo en
futuros intentos. Cuanto se rompe, se abre un abismo difícil de salvar. Las
palabras, dulces o agrias, tienden un puente entre las personas, y antes o
después, con buena voluntad por ambas partes, se produce el acercamiento. El
silencio y la indiferencia, siembran la incomprensión y el odio. Además de lo
que hacemos, también somos lo que decimos. Lo hecho, muchas veces hay que
explicarlo o matizarlo, o no sirve de nada. Discutir o polemizar con alguien no
es malo, lo peor es volverle la espalda y no escucharle. Aquí topamos con el
meollo de la cuestión, creemos que nuestras razones nos justifican siempre, y
olvidamos que el otro tiene las suyas, y por soberbia u obcecación, renunciamos
al esfuerzo de tratar de comprenderlas. Cuántas guerras y enemistades crónicas
nos habríamos ahorrado simplemente con unas horas de paciencia y de humildad.
Incluso cuando estamos convencidos de estar en lo cierto, conviene dar un
margen a la duda, y un mínimo porcentaje de credibilidad al oponente. Incluso,
en ciertos casos extremos, mejor ser generosos y ceder un poco, antes que
echarlo todo por la borda, y caer en las garras de la intransigencia. Como bien
dijo Goethe: “No preguntemos si estamos plenamente de acuerdo, sino tan sólo si
marchamos por el mismo camino.” Y estoy convencido de que la inmensa mayoría
andamos por el mismo. Unos recto y otros dando bandazos, según las
circunstancias de cada cual, pero lo importante es que vamos en la misma
dirección, y nos guste o no, el final será igual para todos.
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