Nunca es tarde para agradecerle a una persona tan especial
como tú, el cariño y la atención que me regaló tan generosamente. Da igual que
la vida o la estupidez del que hoy junta estas letras hayan abierto de nuevo el
frío abanico de la distancia entre tú y yo, porque a ti y a mí nos basta con
cerrar los ojos y abrir el alma para volver a andar juntos por la senda de la
amistad. En cierta ocasión escribiste que “el que ama está”, y esa verdad
indiscutible, lapidaria, se me quedó grabada en lo más hondo. Yo entonces
andaba perdido entre dudas y sombras, y tus palabras las despejaron con un
golpe de Luz. Ahora nos vemos poco, y apenas nos hablamos, pero cuando miro a
la luna te recuerdo, y con todo el cariño y la ternura de mi viejo y cansado
corazón, repito una y mil veces su nombre en inglés. Un abrazo.
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