viernes, 6 de junio de 2014

BUENAS NOCHES


Cada vez juego menos al escondite. En realidad jamás me gusto ese juego. De niño, tal vez porque no he sabido nunca esconderme, a mí era al primero que buscaban. Mi prima se enojaba conmigo: “¿Por qué siempre te escondes en el mismo sitio?”, y yo no me atrevía a confesarle que deseaba que me encontrara pronto, porque prefería perder cuanto antes con tal de tenerla a mi lado. “¿Eres tonto?” Lo era, todo el que se enamora lo es. En el desangelado mundo de los adultos, es más fácil esconderse y que no te encuentren. Eso suponiendo que haya alguien que quiera buscarte. Pero no me escondo, y cuando otros lo hacen, corro a buscarlos inmediatamente. Continuo siendo el mismo tonto de antaño, no me han cambiado los desengaños ni la edad. Cierto que uno envejece por fuera y se le deteriora la carcasa, pero no deja de ser el que fue. Por mucho que retroceda en el tiempo, puedo reconocerme. Lo sustancial no cambia, al menos en esta vida, en la otra no lo sé.

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