Según nacen voy dejando poemas colgados en el bosque, a la
espera de que ustedes los adopten y alimenten leyéndolos. La poesía no es nada
sin ojos y orejas que la reciban. De vez en cuando –no siempre- me siento a
contemplarlos por ver como caen sobre ellos los “me gusta”, esa especie de
rocío generoso y amable que antecede a los comentarios. Mentiría si dijese que
no los espero, pero aún me alegran e ilusionan tanto como el primero que recibí
hace cuatro años. Recuerdo infinidad de versos de otros, los míos se me
olvidan, soy incapaz de memorizarlos. No me preocupa lo más mínimo, porque no
escribo para mí. El día que me decida a publicarlos en un libro, y me vea
obligado a hacer una selección, no sé cómo haré para elegir entre tantos. Será
como pedirle a un padre que escoja entre sus hijos los que más le gustan. No
será fácil ni justo hacerlo, ya que todos, independientemente de su valor literario,
significan mucho para mí, y hay entre ellos varios “papitos feos” a los que no
querría relegar. En fin, todavía es pronto para pensar en eso. Cuando llegue el
momento estoy seguro de que mis maestros y amigos me ayudaran en la tarea. Todo
se andará.
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