Esto
de juntar letras tiene su aquel, y las Musas, cuando se las abandona, se tornan
indiferentes y esquivas. Quienes las conocemos bien, sabemos que tras su enfado
momentáneo regresan. Por eso sé que esta noche, como no las tengo a mi lado,
quienes lean esto notaran su ausencia. En los últimos días he presenciado la
despedida del invierno y el regreso de la primavera. Prados
alfombrados de flores, el verde y el azul de fondo, las primeras golondrinas
que regresan, y el sol y la luna coincidiendo a media tarde en el cielo. Soy
incapaz de copiar la poesía escrita con colores y fragancias sobre la húmeda
superficie de la tierra. Tras más de medio siglo disfrutando el mismo
espectáculo, que siempre me resulta nuevo y sorprendente, he aprendido que, año
tras año, el corazón humano sufre crudos inviernos y acaba renaciendo en
cálidas primaveras. Como cada uno suele recoger según siembra, y he sembrado
algunas ilusiones, aguardo impaciente la cosecha. Espero que esta vez no me la
arruinen heladas ni pedriscos. El tiempo lo dirá.
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