A qué
tanta vanidad cuando somos gotas de un inmenso océano y si brillamos es porque
reflejamos la luz, y esta no hace distingos y es igual para todos. El que hoy
es espuma mañana será barro. Si haces lo que te gusta esa es tu mayor
recompensa, y si no, trata de compaginar lo que te imponen tus circunstancias
con lo que te demanda tu corazón. Pero sin vanagloriarte del éxito ni sucumbir al fracaso, porque ambos
son estados pasajeros que acaban esclavizando a quien es incapaz de asumirlos y
superarlos con humildad y entereza. La vida es un constante aprendizaje, y esta
asignatura, siendo la más fácil, es la que más cuesta aprobar. Muchos presumen
de saber perder y después son insufribles cuando ganan. Escasea la generosidad
y abundan el egoísmo y la soberbia. Nadie está a salvo de caer en lo que ahora,
en frío, no dudamos en reprobar. Por eso conviene recordar con frecuencia lo
que un esclavo repetía detrás de los emperadores y generales romanos cuando celebraban
sus victorias por las calles de la ciudad: Mementō mori (recuerda que
morirás).
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