Qué
quieren que les cuente que ustedes ya no sepan. Aquí siempre hay dos temas que
suscitan el máximo interés: el amor y el desamor, la alegría y la tristeza.
Pero la vida no siempre es un cuento de hadas o de brujas. A mí ahora mismo no
me preocupan lo más mínimo esos dos extremos y, sin renunciar al primero ni
renegar del segundo, disfruto cuanto puedo. No aspiro a escalar el Everest ni a descender a la Fosa
de las Marianas. Estoy bien donde y con quien estoy, y la felicidad o la
infelicidad no me quitan el sueño. Me cansé hace tiempo de jugar a Romeo y
Julieta. Dicen los astrónomos que hay soles mucho más voluminosos que el
nuestro y que brillan diez millones de veces más. Pues qué bien, yo me quedo
con la bombilla que me alumbra y me permite escribir esto, y los astros están
bien donde están. ¿Conformismo? No, realismo puro. Y por muy espectaculares y
emocionantes que sean las tormentas, prefiero estar bajo techo con el cuerpo y
el corazón bien abrigados. Mejor la paz que la guerra. Ya saben, cosas de la
edad.
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