No soy ni seré nunca filósofo. Los filósofos se dedican a
explicar la Naturaleza, la vida, la mente y el alma del ser humano. Para mí la
Naturaleza se explica perfectamente ella sola, la vida es tan maravillosa como
incomprensible, y los seres humanos somos tan diversos, complicados y
contradictorios, que se precisarían ocho mil millones de explicaciones
diferentes para tratar de definirnos; y dudo que aun así lo lográramos. De modo
que yo no explico, opino. Y, en vez de dar lecciones sobre lo que no sé, me
dedico a admirar aquello que nunca lograré aprender. Hay mucha diferencia entre
contar vivencias personales, dudas y creencias, y la obsesión de algunos por
pontificar. La Verdad existe pero está fuera de nuestro alcance. Hemos de
contentarnos con pequeñas verdades para entendernos y seguir tirando del carro.
Un carro en el que sobran infinidad de trastos, pesados e inservibles, y que
avanza –lo de que avanza es un suponer- por un lodazal plagado de obstáculos,
sin que se sepa adónde hay que llevarlo ni por qué. La verdad es que hoy no fue
mi día, y ando un tanto disperso, confuso y desganado esta noche. Culpemos al
calor, y a ciertas decepciones que es mejor olvidar.
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