Resulta inevitable que nos retrate lo que escribimos. La
magia de las letras refleja al que las junta con más nitidez que un espejo, y
le ayuda a viajar en el tiempo. Los más osados llegan a adentrarse en la
nebulosa del futuro. Yo no me atrevo a tanto, pero disfruto volviendo la vista
y el corazón atrás, lo cual, en cierto modo, me permite recuperar lo perdido. Sé
bien que no pasa de ser una ilusión, pero las ilusiones son parte de la vida, y
mientras seamos conscientes de que no pueden ni deben sustituir la realidad,
nada hay de malo en ellas. ¿O acaso, mucho de lo que consideramos real no es
ilusorio? Mejor no hacer inventario de cuanto dimos por cierto y resultó ser
falso. En cambio, lo vivido es inalterable. Fue lo que fue, aunque nos cueste
aceptarlo, y si aún nos sorprende es porque en su momento, no lo entendimos o
no supimos verlo. Así pues, que me reconozcan en lo que escribo, lo celebro y
me tiene sin cuidado. Lo único que guardo celosamente es aquello que otros me
confiaron. El resto son historias que recordar si quiero.
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