martes, 21 de octubre de 2014

BUENAS NOCHES


Cuando decido hablar de mujeres, lo primero que hago es evitar la tentación de halagarlas. Y créanme que me cuesta ser objetivo, porque han sido, son y serán siempre el eje y el motor de mi vida. Es obvio que sin ellas no estaríamos aquí, porque nos han parido, y el amor, sea cual sea después nuestra tendencia sexual, lo aprendimos de nuestras madres. Tan erróneo es creerlas diosas o ángeles, como tratarlas como objetos o presas.Son personas, con todo lo positivo y negativo que ello conlleva. Dependiendo del trato y las circunstancias, la más frágil puede tornarse roca, y la más dura puede volverse miel. Es cierto que son muy diferentes a nosotros los hombres, pero las diferencias no suponen abismos ni barreras, sino algo que interesa y atrae. Nunca presumiré de conocerlas, pero sí de haberlas amado y respetado, procurando no idealizarlas, porque las hay buenas y malas. Lo que si afirmo es que no sabría vivir sin ellas. Cuentan que los primeros seres fueron hermafroditas, y que desde el momento en que se dividieron en macho y hembra, cada uno busca, incansablemente, a su otra mitad. Sólo unos pocos afortunados la encuentran, el resto se pasan la vida buscándola y jamás tienen éxito. Pues bien, aunque así sea, merece la pena. Peor sería resignarse y renunciar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario