En fotografía existe “la hora dorada”, que es cuando el
crepúsculo muestra su máximo esplendor. Si no estás atento a ese instante breve
e irrepetible, pierdes las mejores fotos. Con la nostalgia sucede algo
parecido. Llega, inesperadamente, como una gran ola, y si no te zambulles
rápido antes de que rompa, te revuelca y te arrastra. Una vez sumergido sales
al otro lado sin daño. Pero, ¡ay, si te sorprende! En nada te desarbola el
alma, te inunda la memoria, te estrella sin remedio contra la realidad y te
deja maltrecho el corazón. Todos los que la hemos experimentado sabemos que es
peligrosa. Por eso conviene no confundir la nostalgia con el recuerdo; la
diferencia está en que el recuerdo olvida y la nostalgia no.
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