viernes, 21 de febrero de 2014

BUENAS NOCHES

El otro día, uno de los jóvenes con los que tanto disfruto y aprendo, me contó que había soñado con una chica que le gusta mucho, y que, cuando al día siguiente se lo dijo, ella se enfadó. ¡Hombre, don Tomás –se quejaba el muchacho- ¿tengo yo la culpa de soñar con ella?! Mientras me reía le aseguré: -No, por supuesto que no, pero si de molestarla contándole tu sueño.
Los hay que piensan que el hecho de estar enamorado justifica el asediar a la persona amada cuando no son correspondidos. Pensar que el amor puede ser conquistado es una creencia absurda, y de la conquista al acoso va un paso. Incapaces de aceptar el “no” por respuesta, prefieren interpretarlo de mil maneras, menos de la más simple y adecuada: no me ama. Ante su impaciencia y sus  -¿Qué le digo?”, lo único que se me ocurre es –Nada, no le digas nada. Si es cierto que siente lo mismo que tú, sabrá valorar tu silencio y que respetes su decisión más que el que la estés incordiando. Y si no lo siente, acabará harta de ti. 

Tengo claro que no me hacen el menor caso, y no se lo reprocho. De joven, y de no tan joven, cometí el mismo error. Así que, cuando acaban descalabrados en la dura realidad, ni se me ocurre el tan molesto como innecesario -¡Te lo dije! , sino que les animo a levantarse y seguir andando. Sólo de los propios errores –y no siempre- es posible aprender.

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