miércoles, 19 de febrero de 2014

BUENAS NOCHES



Hay dos personajes del Génesis que siempre despertaron mi atención: Lilith, que según la tradición fue la primera esposa de Adán -aunque no se la menciona en el texto-, y Luzbel o Lucifer, el ángel preferido de Dios. El nombre de Lilith procede del hebreo Lil que significa “noche”. Luzbel equivale a “resplandeciente”, Lucifer a “portador de luz”. Ambos personajes fueron castigados por desobedecer a Dios y revelarse contra Él. La destinada a ser madre de la Humanidad y su favorito, ¿por qué desobedecieron sus ordenes? Al parecer ella se negó a ser una esposa sumisa y complaciente, y el ángel trató de que Eva y Adán comieran los frutos del misterioso árbol de Edén, lo que, supuestamente, les habría convertido en inmortales y tal vez en dioses. Eva los tuvo en su mano e incluso llegó a morder uno, pero no llegaron a comerlos. Lo cierto es que ambos, Lilith y sobre todo Luzbel, que era el más cercano a Dios, se revelaron, y que la causa fue ese primer hombre creado en la tierra a imagen y semejanza de su creador. La posteriores interpretaciones son tantas y diversas que uno acaba enredado y confuso en la espesa maraña de supersticiones y símbolos. Las razones que tuvieron para desafiar al poder supremo las desconozco, pero el por qué se atrevieron a hacerlo es lo que me inquieta. No eran malvados entonces, ni estúpidos ni ignorantes. Sabían a lo que se arriesgaban, y aún así se revelaron. ¿Cuál fue la causa? ¿La envidia?  ¿Los celos? ¿La compasión? Nunca lo sabremos. Pero si seres con tales poderes y conocimientos comenten errores y se equivocan, ¿qué se puede esperar de nosotros?

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