Para los noctámbulos empedernidos la noche es el útero de
los sueños, el postrero refugio de alguna desvalida esperanza. Lo mejor de mi
vida lleva su negro sello. La luna fue testigo de amores, desengaños, ilusiones
y desplomes del alma, que guardo en mi memoria cual mortales venenos y valiosas
alhajas. Si pudiera grabar esas imágenes, y recoger el audio de las dulces palabras,
de las muchas promesas que hice y que me hicieron en otras madrugadas,
entenderían mi empeño en mantenerme despierto a estas horas. Tengo ya
demasiados años para creer en imposibles, por eso sigo aguardando algún que
otro milagro a pesar del cansancio, del escepticismo y de las canas. Sólo el
cuerpo envejece. A estas horas en las que no se puede ni apetece parapetarse
tras burdas excusas ni usar mascara, el corazón se abre y se ilumina, y emite
con latidos un SOS que nunca llega a su destinataria.
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