Escribo esto desde mi rincón y no desde mi celda como el
gran poeta sevillano, porque suelo escribir allí donde me viene la necesidad de
hacerlo sin que me condicionen el entorno ni el lugar. Ahora que ya no se oye
ningún ruido en la calle, y suena de fondo la música de Liszt magistralmente
interpretada por Kissin, es el mejor momento para quienes al escribir usamos la
memoria en vez de la imaginación. Me siento tranquilo y en paz conmigo mismo,
lo que no es muy frecuente, pero a veces sucede y lo aprovecho para relajarme y
disfrutar. No llueve, no hace frío, y la luna pasó hace un rato frente a mi
ventana, me sonrió y se fue. Lo único que me apetece es esto, juntar letras
pero no decir nada. Si acaso, cuando acabe la música, escucharé los latidos de
mi corazón. ¿Saben? El aíre fresco de la madrugada me trae aromas de jazmín y
siento que está cerca, muy cerca, la primavera. Sólo de pensarlo mi corazón
pasa de un lento Adagio a un Allegro ma non troppo que no sé si pueden oír.
Espero que a mí, como al olmo viejo de Machado, también me broten algunas hojas
verdes. ¡Qué así sea! ¡Salud!
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