En los últimos años no hago más que cuestionarme lo humano y
lo divino, y en política, economía y religión me vuelvo cada día más escéptico
y descreído. Poco trigo y mucha paja, demasiada paja. Nos pasamos gran parte de
nuestra vida aprendiendo cosas que no sirven absolutamente para nada, que nos
confunden y saturan tanto que acabamos siendo incapaces de distinguir la
verdadero de lo falso. Me encantaría poder desaprenderlas, olvidarlas,
borrarlas y regresar a los orígenes libre de tan pesada carga y, una vez
liberado de prejuicios y medias verdades, replanteármelo todo de nuevo. Lo malo
es que no es nada fácil deseducarse a uno mismo, o que nos deseduquen otros, y aun
cuando fuera posible eliminar del consciente la basura que hemos acumulado por
culpa de una especie de complejo de Diógenes cultural, el subconsciente y el
inconsciente, también contaminados, volverían a hacerla aflorar. Sea como sea y
cueste lo que cueste, merece la pena intentarlo, ya que si no olvidamos gran
parte de lo aprendido nunca podremos saber lo que somos realmente.
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