Uno a
veces escribe con guantes de seda y el corazón se le viene a los dedos. Esta
noche escribo así. Lejos, porque todo lo que no sea tenerla al lado es una
larga e insufrible distancia. Ha cumplido sus aspiraciones, ha realizado su
sueño. Para mí siempre será la niña a la que acompañaba al colegio. La que en
cierta ocasión, cuando me dejé las llaves en casa y
toqué para que me abriera, me hizo un exhaustivo interrogatorio por el
telefonillo, porque según me dijo después: “Hay que ser precautoria”. A esta
maravillosa mujer, a la que quiero y valoro más que a mi vida, le deseo el
espléndido futuro que se ha labrado y merece. Poco más puedo hacer por ella que
verla con orgullo remontar el vuelo, derramar lágrimas de felicidad, celebrar
su éxito y empezar a sentirme solo porque ya no me necesita. ¡Felicidades
cariño!
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