En la
sociedad en que vivimos la verdad importa poco, incluso hay quienes niegan su
existencia. No es nihilismo, porque el nihilista autentico no cree en nada,
sino más bien oportunismo. Al afirmar que todo es relativo, equiparamos al bien
con el mal, a lo cierto con lo falso, a la razón con la sinrazón. El becerro de
oro de nuestros días, que tantos adoran, ya
no se llama Baal sino Duda. Dudemos pues de todo y de todos. Para qué
comprometerse y actuar si “al final todos calvos”, y “aquí vamos a estar tres
días”. Amamos las mariposas pero destruimos las orugas.
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