No
recuerdo cuanto tiempo ha pasado desde la última vez que me divertí de verdad.
Tampoco sabría precisar dónde, cuándo y por qué exploté en carcajadas antes de
que la risa de antaño acabará en onomatopeyas. Ahora sólo sé sonreír. Del
reluciente oro de la alegría al oscuro cobre de la tristeza no nos arrastra el
tiempo sino nuestra propia actitud ante la vida. La
negatividad pesa más que el plomo y nos aplasta el ánimo. ¿Acaso no hay
infinidad de cosas que celebrar y motivos sobrados para reí? Celebremos que
estamos vivos y riámonos de nosotros mismo. ¿Nos deprime el pasado y el futuro
nos asusta? Refugiémonos en el presente. ¿Nos enfrentamos a un mal momento?
Mañana volverá a salir el sol. En este mundo no hay nada insuperable, salvo la
muerte, y, afortunadamente, el día que nos llegue ya no estaremos en él. La luz
siempre vence a la oscuridad. Nosotros somos luz, la sombra la llevamos detrás.
Miremos pues hacia delante.
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