Los versos son como semillas de diente de león. Una vez
escritos, dejemos que sea el viento quien los lleve lejos, con la esperanza de
que alguno encuentre tierra fértil en la que germinar. No es preciso irlos
sembrando, de eso que se ocupe el azar. Y donde llegaron, llegaron. Lo
imprevisible e insospechado, atrae y emociona más.
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