“No sabemos lo que nos
pasa y eso es precisamente lo que nos pasa.” José Ortega y Gasset
El sabio consejo “conócete a ti mismo” atribuido a la poetiza griega Femonoe,
hija de Apolo y de la Sibila de Cuma, no es fácil de seguir. Lo que conozco de
mí no son más que unos cuantos datos autobiográficos y ciertos juicios de valor
viciados por la soberbia o la
modestia. Es inevitable que al autoanalizarme me exceda o me quede corto, y que
me influya lo que opinan sobre mí los demás. El resultado es una imagen confusa
y subjetiva que poco tiene que ver con el que soy en realidad. Cuando en
ocasiones alguien me pide que le hable de mí, no sé qué decir. Y al “me
gustaría saber como eres”, lo único que se me ocurre responder es que también
yo estaría encantado de saberlo. Tal vez porque no era hijo de ningún dios y me
resulta mucho más cercano, estoy de acuerdo con Ortega. Para encontrar la
solución primero deberíamos saber qué nos pasa. Femonoe olvidó darnos la
fórmula de su panacea. De nada sirve su “conócete a ti mismo” si ignoramos el
modo de lograrlo. Claro, para la hija de Apolo era coser y cantar. Así fue e
inventó el hexámetro que a los juntaletras nos resulta tan exquisito como
impracticable.
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