No solo somos lo que
hacemos sino también lo que decimos, siempre que lo digamos tal como nos surge
de lo más hondo, sin retocarlo con el PhotoShop de la retórica. Cada palabra,
cada frase o verso, tiene su propia luz. Fría o ardiente es la suya y así hay
que entenderla y aceptarla. Es absurdo tratar de embellecer la belleza.
Maquillar una rosa es afearla.
La experiencia nos despoja de la soberbia de creer que es posible mejorar lo
que a diario nos regalan las Musas y la madre naturaleza. Lo que a ellas les
llevó miles o millones de años crear, no hay talento humano capaz de superarlo.
Disfrutemos de tan valiosos regalos con humildad, y, en vez de apropiárnoslos,
compartámoslos porque son de todos. Al igual que la fotografía, la poesía se
escribe con luz. Con la luz que irradian los sentimientos. Abramos bien los
ojos como la más luminosa de las lentes, y dejemos que nos inunde el alma.
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