Hay cosas en la vida
que vamos superando a duras penas, y otras, ya superadas, que hemos dejado
atrás y que, probablemente, vuelvan a repetirse. Todas han sido y son peldaños
de una interminable escalera, fáciles de subir o bajar en ocasiones, y en
otras, helados y resbaladizos bloques de hielo que no apetece siquiera pisar.
Ni el temor ni el cansancio deben detenernos. De sobra sé lo
duro que es levantarse después de una caída y cuánto apetece quedarse sentado
en tales circunstancias, pero es obligado y aconsejable seguir subiendo o
bajando, nunca se sabe. Aun sin tener muy claro a dónde vamos, porque detenerse
es morir y de eso ya habrá tiempo. Cuando alguno de los míos –que son tantos- o
yo mismo, perdemos el equilibrio y acabamos tropezando y cayendo, recuerdo lo
que de niño me decía mi abuela: “Tranquilo, que del suelo no pasas.” Y es
cierto, darnos de bruces contra el duro suelo de la realidad puede resultar
doloroso, pero lo bueno de tales experiencias es que de él no se pasa, y su
firmeza aporta paz y seguridad. Hay temas en los que debo repetirme, aun a
riesgo de resultar cansino, por si las letras que junto logran animar a
alguien. Ojalá así sea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario