martes, 2 de junio de 2015

BUENAS NOCHES

Es posible vivir con escasos medios económicos y algún que otro problema de salud. En lo afectivo, uno puede tener el corazón maltrecho e incluso roto, y seguir adelante. Pero sin esperanza no hay quien viva. Da igual que esa pequeña luz lejana y difusa parezca inalcanzable, porque el mero hecho de percibirla, de saber que existe, reconforta y ayuda a superar los baches en la oscuridad. Recuerdo los versos de Almafuerte: “¡Todos los incurables tienen cura / cinco minutos antes de su muerte!” Es preciso creerlo por más que las estadísticas afirmen lo contrario, ya que sin fe no hay milagros. Para los amantes de lo tangible y racional, la esperanza no pasa de ser un espejismo engañoso que nos desvía y distrae. Olvidan que también es un estímulo cuando la realidad no invita al optimismo, o un analgésico para los dolores del alma. Todos, sin excepción, tenemos esperanzas en algo o en alguien. Algunas absolutamente inconfesables. A veces las del prójimo nos suelen parecer ilusorias y hasta ridículas comparadas con las nuestras, pero, en definitiva, las propias y las ajenas son caramelos de distintos sabores que nos endulzan el día a día. Pues eso, que cada cual elija y disfrute el suyo. 


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