La verdad es que
después de estos meses en los cuales sólo leía y hablaba conmigo mismo, ahora
me cuesta juntar letras y retomar el hilo de Ariadna de mis pensamientos. Hay
cerebros ordenados y diáfanos por los que da gusto transitar, y otros caóticos
y nublados, en los que es fácil desorientarse y perderse. El mío es de estos
últimos, una especie de
buhardilla atiborrada de trastos viejos sin valor ni utilidad práctica, que he
ido acumulando a lo largo de mi vida. Para entendernos: en este mundo
despiadadamente competitivo, andar así es como pretender competir en Formula 1
con una carreta tirada por bueyes. Cuando logras salir, tus competidores ya
llegaron. Pero qué gusto da ir despacio contemplando el paisaje y haciendo una
parada de vez en cuando. De modo que ténganme paciencia, que poco a poco
volveré a estar en forma, y ¡qué Dios nos coja confesados!
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