lunes, 28 de abril de 2014

BUENAS NOCHES


El que no haya hecho alguna vez en su vida el idiota, que levante la mano. Por supuesto que no es lo mismo hacerlo que serlo. En mi caso, y por la cuenta que me trae, prefiero no analizarlo. Hay momentos en los que el corazón nos traiciona, –mejor que nos traicione él a nosotros, que nosotros a él-, y acabamos buscando como locos la piedra con la que ya tropezamos, por tropezar con la misma de nuevo. Es cierto que si aprietas una piedra en tu mano, acabarás sintiéndola latir. Pero no te engañes, el que sientes y padeces eres tú, no ella. Y aunque me disgusta tener que reconocerlo, las piedras y los imposibles existen y son como son. Ellas no sienten ni padecen, y hay cosas que por más que deseemos que sean, no serán nunca. Creer lo contrario es hacer el idiota o serlo, y me temo que yo, a menudo, lo hago o lo soy. Aunque, bien mirado, peor sería ser inteligente y cuerdo todo el tiempo, o aparentarlo. Hay idiotas que afirman que tropezar puede llegar a ser divertido, y que cayendo se aprende a caer. Yo, la verdad, aún no he llegado a tanto. Mientras escribía esto, recordé la frase de Tristan Tzara: “Mírenme bien! Soy idiota, soy un farsante, soy un bromista… ¡Soy como todos ustedes!” Y sin mirarme al espejo ni detenerme a pensar mucho, le doy la razón.

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