martes, 15 de abril de 2014

BUENAS NOCHES


La luna roja no pasa de ser un mero eclipse, un espectáculo tan natural como el amanecer o el ocaso. Nuestra atávica tendencia al esoterismo y la mitificación nos hace ver en ella misterios y presagios. Inconscientemente el color rojo lo relacionamos con la violencia, la pasión, el fuego y la sangre. También es normal que el azar nos depare sorpresas, y ponga ante nuestros ojos imágenes que, en la memoria –sólo en ella-, reavivan vivencias del pasado. Lo malo, por más que a veces resulta inevitable, es sobredimensionar y confundir lo real con lo irreal, lo vivo con lo muerto. El amor y el fuego, una vez apagados y fríos no vuelven a arder si no los prendemos, y para hacerlo, no valen las cerillas usadas. Y como tampoco los recuerdos ni las cenizas son combustibles, si queremos que ardan, tendremos que aportar sentimientos y leña. Del pasado se aprende, pero es inhabitable. Todo lo que afecta e importa está en el presente. Aquí y ahora es posible hacer y deshacer, continuar, acabar, o comenzar de nuevo. Para mí recordar no supone añorar el ayer. Si quiero recuperar a alguien o algo que he perdido, si es posible, estaré dispuesto a luchar hasta las últimas consecuencias. Si es imposible lucharé igual, pero lograrlo me llevará más tiempo. 

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