El soneto ¡MOLTO PIU AVANTI ANCORA! de Almafuerte que
compartí esta tarde, es el poema más duro y realista que he leído en mi vida.
Cuando lo leí por primera vez me provocó un tremendo rechazo. Un juntaletras
joven y perdidamente enamorado no podía aceptar algo así. Hoy sé que es cierto
cuanto en él se dice, y de haberlo entendido entonces, ni les cuento la de
errores y fracasos que me habría evitado. Pero ni modo, si ni siquiera nuestra
propia experiencia nos salva en ciertos casos, cómo nos va a salvar la ajena.
Alguien dijo una vez que los poetas no van al cielo, y estoy por darle la
razón. Los juntaletras somos menos brillantes y clarividentes, pero compartimos
con ellos la misma visión de la realidad, y ese trasfondo de amargura,
consecuencia de mil y un desengaños, que acaba marchitándonos la fe. Para
Ibsen, quitarle al pobre la mentira es quitarle la felicidad. Es cierto, y a
los que la odiamos nos está vedada. Nadie es feliz sin una alta dosis de
fantasía, y algunos –hartos de sus efectos secundarios- hemos renunciado a
ella. En mi caso, prefiero no engañarme ni que me engañen con placebos y
sucedáneos. Me quedo con el gris de mi vida cotidiana, y no echo de menos el
brillo de oropeles y lentejuelas. Sé bien que no es lo mismo querer que amar,
convencer que encandilar, andar que volar, pero mejor el encanto de lo cierto,
que me vale para estar tranquilo y hasta contento. No pido ni necesito más.
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