sábado, 26 de abril de 2014

BUENAS NOCHES


Estamos todo el tiempo dando y recibiendo opiniones, explicando lo que no sabemos o dejando que nos lo expliquen otros que tampoco lo saben, abriendo y cerrando puertas que ni siquiera existen. ¿Para qué todo eso? ¿Cómo es que a mí, que no sé nada de nada, muchos me llaman maestro, cuando ni tan siquiera soy un aprendiz, ya que, para serlo, primero tendría que saber lo que quiero o necesito aprender? La ignorancia es muy atrevida, y los humanos somos excesivamente atrevidos. Esta tarde escribí o arme un poema de golpe, que es como suelo hacerlo. Después, al leerlo, me quedé pensando, y todo para acabar preguntándome lo mismo de siempre: ¿Por qué he escrito esto? ¿Alguien lo va a entender? Bueno, menos mal que al publicarlo me libré de él, y de la tentación de corregirlo, que, en mi caso, suele acabar en una cruenta carnicería. Lo que en principio, con sus aciertos e imperfecciones, estaba vivo, lo acabo mutilando o matando. Pues nada, lo hecho, hecho está, y a otra cosa. No sé por qué me viene a la memoria este epigrama de Horacio: “Comiste bastante, jugaste bastante y también bebiste; Tiempo de que te vayas.” Además de gran poeta, el romano era un hombre lúcido y sensato. Yo no lo soy; por eso me quedo, y nada me parece bastante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario