Hoy he estado todo el día removiendo viejos papeles. Leer lo
que escribí hace años, y ya tenía olvidado, me convierte en un espectador de mi
propia vida. Reconozco la obra y al personaje, recuerdo cómo era entonces, pero
no me identifico demasiado con él o, mejor dicho, con ellos, porque son varios.
El tiempo y las circunstancias nos remodelan a su antojo sin que nos demos
cuenta. Nosotros, y quienes nos ven a diario, somos incapaces de percibir los
cambios que se reflejan mejor en las letras que en los espejos. Cuántas
diferencias y contradicciones entre el Tomás de ayer y el de hoy. Ignoro si
para bien o para mal, sólo sé que soy o me siento otro. Muchos de esos papeles
merecerían acabar de una vez en la papelera, pero como una especie de memoria
auxiliar que explica muchas cosas, seguirán ahí dormidos hasta que yo no esté y
alguien decida hacer limpieza.
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