Cada
vez que me siento ante esta pantalla en blanco y empiezo a juntar letras, me
invade una sensación de inseguridad que me dura hasta recibir los primeros
comentarios. Porque no estoy seguro de nada, ni pretendo dar lecciones ni
consejos. Hablo conmigo mismo y transcribo la conversación. Eso es todo. Me
encantaría poder aportar soluciones y recetas mágicas para resolver y curar problemas y penas, pero no es
así y bien que lo siento. Es lógico que un simple juntaletras no llegue a
tanto, y lamentable que otros de mucho más nivel tampoco hayan dado aún con la
panacea universal. Me paso el día escuchando a quienes creen tener la clave de
la felicidad, del amor, de la ilusión, de la esperanza. La conclusión que saco
es que a ellos, al igual que a mí, en ciertas ocasiones les tocó la lotería.
Pero como no sabemos por qué, ni qué hacer para que nos toque de nuevo, todo
cuanto se diga al respecto no pasa de ser vana palabrería. A mi modesto
entender tales cosas son regalos que nos hace el azar, siempre impredecible y
caprichoso. Tenerlas como objetivo o creer que dependen de la actitud y el
mérito de cada cual, es craso error. Hay personas que valen un Perú y no les
sonríe la fortuna, y otras que, pese a ser auténticas sabandijas, son felices y
tienen éxito. Soñar es humano, pero aguardar regalos y premios es de necios. Si
llegan, bienvenidos sean, y a cuidarlos y administrarlos bien; si no, a seguir
viviendo con lo que si está de nuestra mano. Vivir solo no es estar solo. Y
repito, no estoy seguro de nada, salvo de que estoy harto de tanto pajarito
preñado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario