Hace
unos días estuve hablando de astronomía con un amigo al que le apasiona ese tema.
El hombre, desatado, al notar que yo no compartía su entusiasmo me preguntó: ¿A
ti no te gustaría conocer otras galaxias, por ejemplo, Andrómeda? No suelo
contestar con otra pregunta, pero esta vez lo hice: ¿Eso es posible? Fue como
echarle un jarro de agua fría. Mi amigo no está loco ni es un iluso, simplemente sueña e
imagina cosas que la razón sabe imposibles. En aquel momento soñaba y lo
desperté bruscamente. Hice mal, y cuando quise rectificar ya era tarde. ¿Por
qué nos resultan tan absurdos y pueriles los sueños ajenos, mientras nos
aferramos, como náufragos a una tabla, a los nuestros? Si todos “somos globos
llenos de emociones, en un mundo plagado de alfileres”, cuidemos de no pinchar
a nadie con frases o preguntas hirientes. Una chispa de ingenio, descontrolada
y a destiempo, puede ocasionar quemaduras graves a quien no lo merece.
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