jueves, 22 de enero de 2015

BUENAS NOCHES


La diferencia entre publicar aquí o en papel, es que en estas páginas virtuales sabes quienes te leen, porque te lo dicen, y en papel, aunque compren tu libro, te quedará la duda de si alguien se tomará el trabajo de leerlo. ¿Pretendes ganar dinero con lo que escribes? Olvídalo. ¿Aspiras a la inmortalidad? No es más que un vano sueño. Da igual dónde y cómo te des a conocer. Los bits o la tinta, la pantalla o el papel, sirven para lo mismo, para llegar a otros. El reconocimiento o la indiferencia, la gloria o el olvido, no dependen de ti. Tú escribes y los demás juzgan. Si tratas de agradar o llamar la atención, malo. Si te empeñas en innovar y mostrarte diferente al resto, peor. Somos como somos y así debemos mostrarnos. Las apariencias, lejos de engañar a nadie, ridiculizan a quienes se empeñan en fingir ser lo que no son. En ajedrez un peón puede llegar a ser tan valioso como cualquier otra pieza, y en el tablero de la vida, también. No se obsesionen en lograr honores y premios, ni se envanezcan si ganan alguno. A Borges no le concedieron el Nobel, y no por eso deja de ser quien es. En cambio, a muchos de los galardonados ya no se les lee ni se les recuerda. Los laureles los marchita el tiempo; el mérito y el talento pueden llegar a ser inmarcesibles y eternos. ¿Cuántos de ustedes conocen o han leído a Sully Prudhomme, Henrik Pontoppidan, Erik Axel Karlfeldt, Roger Martin du Gard, Frans Eemil Sillanpää? Seguro que muy pocos. Pues todos fueron premios Nobel de Literatura. A la larga, el tiempo y los lectores acaban decidiendo quién es quién y cuál es su lugar. No siempre tales decisiones son justas, pero si inapelables. 

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