Un
punto y final es una cosa muy seria en gramática y no digamos en una relación.
Yo casi no los uso, porque prefiero el punto y seguido. Uno no sabe cuando va a
retomar el texto y ampliarlo, o en que pliegue del tiempo lo acabado puede
recomenzar. Entre un frío hachazo y un dejar algo en suspenso, prefiero lo
segundo. Pero no siempre puntúa el que escribe o siente, sino que el fatídico signo le viene impuesto
por las circunstancias o un tercero. Entonces no queda otra que aceptarlo
apretando los dientes. Hasta aquí y no más. Suena mal, no es creíble, duele,
pero ahí está como el borde de un abismo insalvable. Aunque el único final en
la vida es la muerte.
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