Confiábamos
en tenerlos siempre a nuestro lado, y como a hojas en un inesperado otoño la
muerte se los llevó del árbol de la vida. Cuántas cosas quedaron por decir y
compartir; cómo duele aquello que aplazamos entonces pensando en que sobraba
tiempo. Ahora ya es tarde para dar ese abrazo pendiente; para regalar los oídos
y el alma de los que se nos fueron con un “te quiero” cálido y merecido. Aunque los siento
en mí, los pienso, los recuerdo, los quiero y no se han ido del todo, sé bien
que no es lo mismo. Por eso no debemos perder ni un segundo en discusiones y
equívocos, ni alejarnos de los que queremos y nos quieren, ni dejar para mañana
el anhelado encuentro. Mañana puede ser demasiado tarde; mañana quizá no llegue
nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario