La
experiencia permite algo muy importante como es mantenerse a cierta distancia
de lo mundano. Nada de lo que acontece debe cambiarnos el paso, ni obligarnos a
ser como no deseamos. Está bien, y resulta inevitable, implicarse en los
asuntos y problemas cotidianos que a todos nos afectan, pero siendo uno mismo y
no un personaje improvisado por las circunstancias. Mejor cóndor o búho -si no queda más remedio-,
que gallina; volar alto que corretear cacareando por el suelo. De cerca un
volcán es el mismísimo infierno; de lejos pasa a ser un soberbio espectáculo.
Los niños y los viejos son más felices porque gozan de la capacidad de
abstraerse y no acercarse demasiado al fuego de lo real. En esto influye mucho
la memoria: la del niño está virgen; la del viejo es lenta y selectiva. La
marea de la historia se disfruta mejor en los pequeños charcos de la orilla,
porque en ellos no hay sitio para pedruscos y marrajos. Como enfadarse no sirve
de nada, salvo para pasarlo mal y hacérselo pasar mal a otros, lo sensato es
alejarse de la hoguera y tumbarse a ver crecer la hierba y escuchar a los
grillos. A los de verdad, a los de mentira ni caso. Tomasito y yo lo sabemos y
lo practicamos. Cuando a mí se me olvida, él me lo recuerda, y al instante me
desenfado.
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