sábado, 8 de agosto de 2015

BUENAS NOCHES

Somos hijos de la mar, y en su orilla nos sentimos como lo que en realidad somos: peces fuera del agua. Incluso aquellos que se adentraron demasiado en tierra y aún no han sentido su fresca y húmeda caricia en los pies, la añoran y la aman. Hoy me dio por sumergirme en sus aguas siempre frescas y acogedoras, y nadar un rato. Una vez más experimenté la sensación de paz y sosiego que se siente al flotar en ella lejos de la orilla, y la infinita pereza de tener que volver. Ahora existe la costumbre de ducharse con agua dulce después del baño. Yo prefiero regresar a casa oliendo a mar, con salitre en la piel, que lo que nos arruga son los años y las penas, y tampoco es malo envejecer. El gran charco atlántico que nos separa y nos une a la vez, hoy estaba radiante. Y el aíre era tan puro y transparente que, por un momento, creí verlos a ustedes al otro lado. Mejor dicho, los vi. 

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