viernes, 14 de agosto de 2015

BUENAS NOCHES

No hay una sola cultura sino muchas y todas ricas y estimables. A lo largo de mi vida he conocido a analfabetos muy cultos y a licenciados y doctores incultos hasta la médula, o lo que es lo mismo, necios. No paramos de hablar de ella, de admirarla, de exigirla, de presumir de poseerla, pero, ¿sabemos lo que es la cultura? Según el Diccionario: “Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico.”, O bien: “Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.” (Siempre me han hecho gracia, por no decir otra cosa, los “etc” de la Academia.) Lo cual significa que un aborigen que vive en un apartado rincón de la selva, y conoce su lengua, sus costumbres, las plantas y animales, el clima, etc. es tan culto o más que cualquiera de nosotros que nos llamamos civilizados por el mero hecho de vivir en grandes poblaciones, disfrutar y padecer una tecnología que apenas entendemos, usar jergas y conceptos abstractos, permitir que nos engañen y exploten unos pocos, y, cada cierto tiempo, matarnos por millones en absurdas y devastadoras guerras. La verdadera cultura no se enseña ni se aprende en las escuelas y universidades, sino en la familia y en la calle. También en la literatura y la poesía cuando reflejan o recrean la realidad, y no la deforman o se la inventan. De modo que no nos dejemos acomplejar ni deslumbrar por nadie. Los que se creen y se llaman cultos a si mismos, ya sabemos de que pie cojean. Si, por ejemplo, usted no ha leído a un tal Montaigne, le recomiendo que vaya a la biblioteca y lo lea. Pero si lo leyó, no lo entendió, y presume de haberlo leído, tiene un grave problema. 

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