miércoles, 19 de agosto de 2015

BUENAS NOCHES


Soy Tomás, y aunque nunca he dejado de ser un niño, tengo la misma edad que el otro Tomás, que a veces no me deja jugar. Yo no soy él, pero él tiene mucho de mí, aunque no siempre quiera reconocerlo. Sé que trata de protegerme y cuidarme, pero apenas si se protege y se cuida a si mismo, y lo que a él lo daña, nos daña a los dos. Es mi hermano mayor, el padre que perdí, el amigo que nunca tuve, y le tengo mucho cariño. Se siente culpable de no haberme ayudado a realizar mis sueños. Bueno, también con los suyos fracasó, y de poco le sirvió mi ayuda. Se ríe si le digo que le enseñé a escribir y a leer a los clásicos. Se enoja cuando le hago ver que me está plagiando en los versos que le dedica a la mar o a la luna. A mi me da igual porque son de los dos. Las mujeres que lo conquistaron (él nunca conquistó a ninguna), me han querido y mimado tanto, que no le perdono haberlas perdido. Con ellas podía mostrarme tal cual soy y era feliz. Ahora me lee, sin reprocharme nada, aunque tampoco me va a dar la razón. Te doy la gracias, viejo gruñón, por haberme dejado escribir este “buenas noches”, y por permitirme compartir tu vida. Por dejarme jugar a la pelota con otros niños en el parque, por fotografiar gaviotas y cometas para mí, por publicar algunos de mis versos, por dejarme asomar a las ventanas de tus ojos y columpiarme en tu maltrecho corazón.

Espero que les guste esta frase de Dickens: “No está en mi naturaleza ocultar nada. No puedo cerrar mis labios cuando he abierto mi corazón”. ¡Miren, el viejo búho sonríe! ¡Adiós!


No hay comentarios:

Publicar un comentario