Mirando atrás sin ira y
sin melancolía, percibo, me doy cuenta, de que sólo en contadas ocasiones he
protagonizado mi propia vida, y apenas participo en su farragoso guión. Los
verdaderos protagonistas fueron aquellos que a base de talento, generosidad y
esfuerzo lograron transformar una historia mediocre y aburrida, en otra algo
más aceptable. De los
sesenta años de rodaje -¡cuánto despilfarro de tiempo!-, salvaría unas pocas
escenas que en ningún caso justifican tan largo y soporífero culebrón. En ese
cúmulo de improvisaciones y despropósitos, ciertas artistas invitadas brillan
con luz propia. Pese a lo cual, algunas preferirían no figurar en el reparto.
Yo continuo con mi modesto papel, interpretando un personaje al que no acabo de
conocer. Ya no me leo el libreto ni miro al apuntador: Hago y digo lo primero
que se me ocurre, y a otra cosa. Tampoco mis opciones son muchas: Por más que a
veces, por ingenuidad o cierta soberbia, creemos actuar premeditadamente, el
único que no improvisa es Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario