viernes, 31 de julio de 2015

BUENAS NOCHES

Cuando conozco a alguien no se me ocurre preguntarle dónde vive, a qué se dedica, ni cuánto gana al mes. Uno que conocí hace tiempo, solía presentarse a si mismo como Fulano de tal y tal, pediatra. Y a continuación informaba a la persona que acababa de conocer de que vivía en un lujoso barrio residencial, de la marca y modelo de su deportivo, y de que lo ganaba muy bien. A unos les hacia gracia su comportamiento; otros sentíamos vergüenza ajena. Así era él: no un mal tipo, sino un perfecto imbécil. En la misma tertulia conocí a un señor muy importante que creía que el nombre determina a la persona. –Desengáñese, Tomás, -me decía refiriéndose a un conocido nuestro-, llamándose como se llama, no es de fiar. Y miren por donde, como errar es de humanos, aquel pobre hombre cometió un “error” de varios centenares de miles de pesetas de entonces, y el señor importante nada más conocer la noticia me soltó a bocajarro: -¿Qué le dije? ¡Ya lo sabía yo!
A lo que iba, cuando conozco a alguien no le hago preguntas impertinentes, no analizo su nombre, y no me presento como Tomás Delgado Arbelo, juntaletras. Lo primero sería de mala educación, en lo segundo no creo, y lo tercero se lo tendría que explicar con calma. Mejor Tomás a secas, ¿para qué más? 


No hay comentarios:

Publicar un comentario