jueves, 23 de julio de 2015

BUENAS NOCHES

Créanme si les digo que no junto letras para que lo que escribo guste. Esa preocupación llega después, cuando ya es demasiado tarde. Así es, y así debe ser la cosa, y es lo que diferencia a la brújula de la veleta. Tampoco busco que me entiendan: en poesía cuenta más sentir que entender. Yo no presumo de conocer a las estrellas, a las mujeres y a las flores, pero me atraen, las admiro y las amo por cuanto me hacen sentir; con los poetas me sucede lo mismo. Si entender y conocer lo propio es tarea difícil, por no decir imposible, lo de los demás ya ni les cuento. Uno se enamora por lo que le hace sentir el otro, y no por conocerlo. Si el amor dependiera del conocimiento, tardaríamos años en enamorarnos, o no nos enamoraríamos jamás. Nuestros sentidos se limitan a percibir sin juzgar lo que perciben, y por eso rara vez se equivocan. Somos nosotros, al analizar la información que recibimos de ellos, los que nos confundimos y cometemos errores. Suele decirse que “sobre gustos no hay nada escrito”, cuando es todo lo contrario: se ha escrito y se escribe demasiado. 

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