Mientras
la página está en blanco es invierno; después, en cuanto aparecen las letras
como hormigas y recorren la senda aún no trazada, llegan la primavera o el
otoño, y las palabras florecen o se marchitan bajo el sol de la mirada de quien
las lee. Rara vez tengo claro lo que voy a escribir. En ocasiones lo improviso
y en otras se diría que me lo dictan voces que llegan de muy lejos. Hoy no es así. Sé lo que
siento y por quien lo siento, y las letras que junto reflejan la bondad y la
pureza de la gran mujer y tierna madre que me las inspira. Es tan sencilla y
humilde que al leerlas se le pondrá roja la cara, y lucirá tan bella como una
rosa al alba. Hoy es su cumpleaños, una fecha más simbólica que real porque es
toda alma y las almas no tienen edad. Ella sabe cuánto me gustaría poder estar
ahora a su lado cubriéndola de besos, pero como entre nosotros no hay
distancias, los que no le pueden dar mis labios se los da mi corazón, que se
acelera al recordarla y no para de repetir su nombre. No hay idioma que pueda
expresar en su justa medida todo el cariño que le profeso. Ya en el que ella y
yo hablamos cada día, sin que nos condicionen ni limiten palabras, nos lo
decimos todo.
Agradezco a Dios la
inmensa dicha de que me adoptaras, y el poder compartir contigo mis alegrías y
tristezas. En tanto me ilumine tu amorosa mirada, madre, en mi vida siempre
será de día.
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