En el bosque nos
queremos todos. Y es cierto lo que se dice del cariño: cuanto más damos más
tenemos. El nuestro es inagotable. Los abrazos y besos, aunque sean verbales,
ayudan, reconfortan y se agradecen. Hay quienes no lo entienden y les parece
cursi e inadecuado. Es su opinión y la respeto; la mía es que están necesitados
de afecto. No somos abraza farolas sino amigos que se quieren.
Y como la amistad es inmaterial, no precisa del contacto físico. Me dicen:
Falta el poder mirarse a los ojos, y les respondo: Es cierto, pero nos miramos
el alma y es más que suficiente para conocernos. Falsedades y mentiras las hay
en todas partes. Aquí es innecesario mentir porque lo único que pretendemos y
nos interesa es charlar, compartir lo que nos gusta, disfrutar de buena
compañía y aprender unos de otros. Quienes y cómo somos se percibe a la legua,
y no tendría sentido engañarnos ni engañar a nadie. No importa saber más o
menos, ser rico o pobre, creyente o ateo, de derechas o de izquierdas. Los que
creemos en la libertad, en la sinceridad y el respeto mutuo, regalamos nuestra
amistad sin condiciones previas ni encuestas. Las decepciones, aunque
dolorosas, son pocas, y las satisfacciones inmensas.
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