“El mundo me ha
hechizado.” Francisco de Quevedo
A mí también me ha hechizado, y tal hechizo me permite entenderlo y verlo
diferente a como lo ve y lo entiende la mayoría. Creo en el animismo, en que
todos los seres animados e inanimados tenemos alma. Por eso, no sólo los seres
vivos merecemos cuidados y respeto, sino también las cosas, los objetos. Los
libros, los lápices, las tazas, las cafeteras, las mesas, los sillones, los
relojes, las computadoras, tienen alma. Además, ¿Quién puede afirmar con
absoluta seguridad que un grillo no piensa?, ¿qué los vegetales no sueñan?,
¿que una piedra no siente ni padece? Si todos venimos de lo mismo, y somos
átomos, polvo de estrellas, ¿por qué nosotros si y ellos no? De acuerdo, pueden
tratar de sacarme de mi ignorancia con sesudos y complejos estudios; con
estadísticas y fórmulas; con análisis y razonamientos. Pero a estas alturas de
mi vida, no me interesan como antaño las explicaciones y teorías sobre lo
inexplicable. Lo dicho: “el mundo me ha hechizado”. Por eso, para mí la Luna es
y seguirá siendo Selene, no un gigantesco y reseco pedrusco polvoriento; la mar
me reconoce y me habla; la lluvia me acaricia; me saludan los jazmines, y algún
que otro grillo, violinista bohemio, cada noche me da un concierto.
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