Vivimos
muchas vidas a la vez: la amorosa, la familiar, la de las amistades, la
profesional, la religiosa, la cultural, la del ocio, y muchas más. Algunas,
poco o nada tienen que ver con las otras. Por poner un ejemplo y hablar de
quien menos desconozco, les diré que a mis parejas y familia, salvo a mi hija,
no les ha interesado mi poesía; A mis amigos tampoco.
No poder compartirla y comentarla con aquellos más cercanos a mí, era y es
decepcionante y penoso. Lo ideal sería vivir rodeado de auténticos semejantes,
con los cuales no fueran necesarios los compartimentos estancos, ni encerrarnos
en nosotros mismos. En el “patio comunitario”, solo se habla de cuatro o cinco
temas intrascendentes y aburridos, en una jerga plagada de vulgarismos y
tópicos, en la que es fácil ponerse de acuerdo porque no compromete a nada. Lo
que no sea política, deporte, economía, sexo, gastronomía y tiempo, aburre,
incomoda y no interesa. Un chisme, un chiste o una ocurrencia de dudoso gusto,
es cuanto se necesita para ser aceptado y adquirir cierta fama. Nadie se toma
la molestia de escuchar ni conocer a nadie. No era a esto sino a los sentidos,
a lo que se refería Paul Vàlery cuando afirmó: “Lo más profundo del hombre es
su piel.” Pero, también en ciertas personas lo más profundo es lo superficial;
y por desgracia, debajo no hay nada.
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