La vida surgió en la
mar, tal vez por eso se parecen tanto. Las mismas olas con las que jugamos en
la orilla nos pueden arrastrar al fondo o hacernos naufragar. Ni ellas ni
nosotros podemos evitar ser como somos, y el miedo no es salvavidas sino pesado
lastre. Lo que hay es que saber nadar, y si no saben, nunca es tarde para
aprender. En cualquier caso,
tanto en la vida como en la mar, el ser humano puede flotar. Recuérdenlo cuando
estén agotados, y no pataleen ni se desesperen. Descansen un rato para
recuperar fuerzas y mientras déjense llevar. Los que navegamos por tierra
también estamos expuestos a furiosas galernas, pero todas podemos superarlas y
salir ilesos. Si hasta este juntaletras que tantas veces cometió la imprudencia
de dormirse al timón, vive para contarla. “Si lloras porque no ves el sol, las
lágrimas te impedirán ver las estrellas”, escribió Tagore. Pues aunque no las
vean no pierdan la esperanza porque estar están y las nubes no son eternas. La
vida es la mejor maestra y yo un pésimo alumno, pero he aprendido que lo que no
vivas hoy ya no lo podrás vivir nunca, y que el miedo al futuro te impide
disfrutar el presente. La flor de luna dura sólo una noche y la secuoya puede
durar miles de años, pero no sabría contestar a la pregunta de cuál de las dos
vive más.
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