Yendo de mi corazón a
mis asuntos se me ha hecho un poco tarde, y ahora las letras corren en
desenfrenado galope por la pantalla, tratando de decir alguna cosa más o menos
interesante aunque no se me ocurre qué. Lo de “no digas nada si no puedes
mejorar el silencio”, es muy sensato pero tampoco es bueno quedarse callado
todo el rato. Así que renuncio a mejorarlo, y digo que si hay algo
que me agobia sobre manera son las prisas y el estar sometido al tiempo. Para
Tomasito los días eran largos y las noches interminables, a mí se me van
volando. En un pispás voy de la mañana a la tarde, y la noche es una oscura
golondrina que vuela veloz hacia el alba sin darme opción a hacer lo que
pretendo. Esta guerra mía con el reloj la doy por perdida. Yo soy de carne y
alma y él de acero. Tengo varios, y salvo uno que enloqueció y comenzó a andar
hacia atrás, todos me acaban venciendo. Créanme que si no fuera porque sé que
ustedes andan por aquí y siempre me apetece ir a su encuentro, me habría
quedado a oscuras en mi cuarto para soñar despierto.
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