La similitud de las
palabras “amanecer” y “nacer” es evidente y significativa. Las mismas vocales y
consonantes con una “m” añadida a la primera, que bien podría ser la inicial de
“madre”, ya que el vientre de una madre es una cálida, húmeda y paradisíaca
noche, -la más larga, tranquila e irrepetible de todas-, tras la cual nos aguarda
nuestro primer amanecer. Se dice que llegamos a este mundo
llorando, y no es para menos cuando la naturaleza nos expulsa de un paraíso al
que nunca podremos volver. Soy afortunado por haber tenido no una sino cuatro
madres. Nací de la primera y renací de las otras tres. Una me dio el ser, y
todas la vida. Sin ellas no sería lo poco que soy. Cuando se me avería la
brújula y me desoriento en medio de una tormenta que casi siempre he creado yo,
sus miradas, desde las estrellas y desde el otro lado del gran charco, son
faros que me guían y me ayudan a llegar a puerto. Gracias por estar siempre,
madres.
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