¿Sabían ustedes que en
ciertas flores hay marcas y olores que guían a los insectos hacia el néctar?
Quien me lo contó se preguntaba si cuidamos las flores porque son bellas o son
bellas para que las cuidemos. Lo ignoro, aunque es probable que ambas cosas sean
ciertas. En cualquier caso, saber lo primero hace que las admire aún más si
cabe, y el porqué son hermosas no me haría cuidarlas y
respetarlas más de lo que ya lo hago. Me indignan los envidiosos e imbéciles
que asocian la belleza física con todo tipo de defectos y intelectuales. Por el
mero hecho de ser guapa o guapo, una mujer o un hombre no tiene que ser
necesariamente frívolo o descerebrado, ni todos los feos somos serios y sabios.
Les aseguro que a mí las flores y las señoras bellas me maravillan y me atraen
mucho más que yo a ellas. Como es natural y lógico, lo acepto y no me lleva a
considerarlas tontas sino, mal que me pese, a entender su buen gusto. Lo de ir
por la vida etiquetando a las personas por su aspecto y juzgándolas sin
conocerlas si que denota frivolidad y bajeza. Volviendo a las flores, jamás he
conocido una fea. Con las mujeres –y la verdad no es halago- me sucede lo
mismo.
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